lunes, 5 de marzo de 2007



12. El estilo de política educativa de Joaquín Baranda.-Baranda inaugura un nuevo estilo de política educativa. A la luz de ella" pueden explicarse sus éxitos en este ramo de la administración. En su forma de hacerla pueden advertirse las siguientes directrices:
a) Concibe la tarea de la política educativa en forma de sistema y plan. Cada uno de sus proyectos aparece situado en un lugar preciso e inequívoco, dentro de un cuadro de realizaciones.
b) Estudia bien y detenidamente en cada caso los antecedentes históricos y las circunstancias del momento, en relación con la institución pedagógica planeada. Los hechos se entienden mejor cuando se les concibe como momentos de una evolución histórica.
c) Busca, para encauzar sus reformas, apoyo permanente en las gentes no sólo de gran prestigio nacional, sino también en los pedagogos especialis­tas. Entre sus colaboradores contó siempre a los maestros más distinguidos de la época.
d) Concede gran importancia a la propaganda, siempre discreta y eficaz. No lucha contra la opinión pública; la instruye.
e) Sin excepción, pone el valor de las instituciones por encima del des­tino de las personas. Cuando es preciso, sacrifica la carrera política de un hombre. Él mismo fue víctima de la política personalista de Limantour.
f) En fin, reviste a las instituciones creadas o fundadas de la forma jurí­dica. Como gran jurisconsulto, concibe el derecho a manera de la espina dorsal de la vida colectiva.

11. Instituciones de influencia educativa y escuelas no dependientes de la Secretaría de Justicia e instrucci6n Pública.-Otros planteles docentes que no dependía del Ministerio de Educación cobraron en esta época cierto auge, de seguro, bajo la vigorosa influencia de la comprensiva y sistemática reforma promovida y realizada por Joaquín Baranda. De ellas, hay que mencionar: el Colegio Militar, la Escuela Naval, la Escuela de Bandas militares y la Escuela de la Maestranza (bajo la dirección de la Secretaría de Guerra), y la Escuela de Telegrafistas (de la Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas).
En segundo lugar, ilustra la época el incremento que experimentaron algu­nos institutos científicos, fundados con anterioridad (Observatorio Meteoroló­gico Central, Observatorio Astronómico, Instituto Médico, Instituto de Geolo­gía...), y la creación de otros (Instituto Patológico, Consejo Superior de Salubridad. . . ) .
Las bibliotecas y los museos fueron objeto de grande y reiterada atención. Hacia 1900, daban servicio en la República alrededor de 90 bibliotecas)' 26 museos. Fue también importante la Ley de 11 de mayo de 1897, "que ordenó la protección y el patronato nacional de los monumentos arqueológicos"'. "Los monumentos arqueológicos, decía el artículo primero de esta Ley, existentes en territorios mexicanos son propiedad de la Nación y nadie podrá explorarlos, removerlos ni restaurarlos sin autorización expresa del Ejecutivo de la Unión".
Tuvieron perceptibles influencias, en fin, las sociedades científicas y litera­rias. Aunque no siempre tuvieron larga existencia, lograron, a veces protegidos por el Gobierno, difundir sus ideas. De las 40 -existentes, las más importante_ eran: la Sociedad Positiva, que se propuso tener eficaz acción social; las Academias de Medicina, de Legislación y Jurisprudencia, de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y de la Lengua, así como la Sociedad Científica Antonio Alzate y la de Geografía y Estadística.


10. La enseñanza profesional de esta época.-Revistieron grande importan­cia, igualmente, las innovaciones realizadas en los diversos ramos de la enseñanza profesional, durante el último lustro del siglo.
Por Ley de 15 de septiembre .de 1897 se reforma el plan de enseñanza de la Escuela Nacional de Ingenieros. En dicha Ley, redactada de acuerdo con las sensatas recomendaciones de don Leandro Fernández, se crea la carrera de ingeniero electricista; se modifican los procedimientos del aprendizaje intensificando las prácticas del laboratorio, y se incorporan, bien que de manera in­cipiente 105 trabajos de investigación.
La Ley de 30 de noviembre de 1897 se ocupa de la Escuela Nacional de Jurisprudencia. La comisión designada para elaborar el nuevo plan de estudios, estuvo integrada por don Jacinto Pallares, don Tomás Reyes Retana y don Miguel Macedo. Por desgracia, las ideas renovadoras de este último, como la de introducir el estudio de la sociología y la de dar otro ordenamiento a las asignaturas no fueron aceptadas.
En 1899 existían en la República 20 escuelas de Jurisprudencia; algunas de ellas contaban con la carrera de Notario.
Palmaria importancia tuvo la reforma de los estudios médicos (Ley de 15 de diciembre de 1897). Se formaron tres comisiones, integradas por los hombres de mejor adquirida reputación científica: Chacón, Lavista y Liceaga, para el plan de estudios médicos; Lucio, Herrera y Morales, para la carrera de farmacia, y tres afamados especialistas para los cursos de obstetricia.
En tres capitales ideas se fundó la reforma de la Escuela Nacional de Me­dicina:
se incorporaron al plan de estudios, como obligatorias, las materias de bacteriología, oftalmología, enfermedades mentales, anatomía e histología patológica;
se aumentó considerablemente el número de clínicas, y
se dio un ordenamiento más lógico y didáctico a las enseñanzas todas.

Al finalizar el siglo XIX, funcionaban en la República 10 escuelas de medi­cina. La de México, entonces, tuvo fama de rivalizar con muchas extranjeras.
La seguía en importancia la de Guadalajara.
La reorganización de la Escuela Nacional de Bellas Artes (Ley de 15 de diciembre de 1897) fue obra del entendido arquitecto Samuel Chávez. En la carrera de arquitectura se crearon nuevos cursos teóricos y prácticos de ornamentación "destinados a conseguir que, diferenciándose netamente de los in­genieros, los arquitectos mexicanos fueran no sólo constructores, sino verdade­ros artistas". Se mejoran, asimismo, las carreras de pintores, escultores Y grabadores, exigiéndose a todos ellos estudios académicos. En 1899, la sola escuela de Bellas Artes en la República era la de la capital.
El Conservatorio Nacional de Música, había nacido en 1866, como uno de los propósitos fundamentales de la Tercera Sociedad Filarmónica. Su primer director fue el padre Agustín Caballero. Le sucedió Agustín Balderas, hasta 1881. En 1877 había sido nacionalizada esta institución. Siendo director de ella (de 1881 a 1892) Alfredo Bablot, se formaron allí los músicos más represen­tativos de la llamada primera generación del Conservatorio: Ricardo Castro (1864-1907), Felipe Villanueva (1863-1893) y Gustavo E. Campa (1863-1934). Muerto Bablot, ocupa la dirección Ricardo Castro (hasta 1907). Durante esta época destaca la segunda generación, a la que integran, además de Luis G. Salo­ma, los hermanos Rocha, Julián Carrillo, Velino M. Preza y Rafael J. Tello y los discípulos de Carlos J. Meneses (1863-1929). Pedro Luis Ogazón, Alberto Villaseñor, Luis Moctezuma y César y Carlos del Castillo. En diciembre de 1899 se expidió una ley que mejoró y amplió muy significativamente su plan de enseñanzas: se creó la carrera de artes dramáticas y declamación.
La enseñanza técnico-elemental también experimentó nuevo y benéfico im­pulso, debido a la reorganización de la Escuela Nacional de Artes y Oficios.

9. Reformas en la enseñanza preparatoria y situación de ésta en el país al negar el siglo XX.-Concluida la reforma de la enseñanza normal y de la enseñanza primaria, puso gran empeño el conspicuo Ministro en reformar la enseñanza preparatoria.
Al efecto, encargó a don Ezequiel A. Chávez la redacción de un proyecto que, una vez formulado, fue sometido al ilustrado dictamen de un cuerpo cole­giado que el propio ministro Baranda tuvo a bien presidir. Discutido, y aprobado casi en todas sus partes, el proyecto dio pie a la Ley de 19 de diciembre de 1896.
En la lúcida reforma campea aún el principio comtiano (o spenceriano) del ordenamiento didáctico de los conocimientos; pero, en honor a la verdad, se conciben en él la educación de los adolescentes por manera completa: se trata de formar en ellos, tanto sus capacidades físicas e intelectuales como su conciencia moral y gusto estético.
Aunque se conserva el lapso de cinco años para hacer los estudios del bachillerato, se distribuyen éstos en períodos semestrales. El plan de enseñanzas comprende:
A. Aritmética y Álgebra; Geometría y Trigonometría, y Nociones de Cálculo infinitesimal, Cosmografía, Física, Zoología, Psicología, Lógica y Ética.

B. Geografía universal" Geografía de México, Historia antigua y medieval, Historia moderna y contemporánea, Historia patria.
C. Lenguaje, Literatura, Raíces griegas y latinas.
D. Lenguas modernas (francés e inglés).
E. Dibujo lineal, topográfico Y al natural.
F. Moral e Instrucción cívica, explicadas a través de la vida de los grandes hombres (Historia de la Filosofía y de las Ciencias).
G. Ejercicios físicos (gimnasia y deportes) y Canto coral.

El flamante plan de estudios, como se advierte, era rígido. No tomaba en cuenta las diversas aptitudes académicas de los alumnos. Carecía, además, de orientaciones didácticas, o metodológicas.
Sin embargo, el maestro don Ezequiel A. Chávez propugnaba una enseñanza experimental, y, consecuentemente, la necesidad de crear adecuados laboratorios, inclusive uno de psicología.
Palmarias resonancias tuvo la reorganización de la Escuela Nacional Pre­paratoria en la mayor parte de los Estados de la República. Muy pronto, Chihuahua, Oaxaca. Guerrero y Chiapas aceptaron, con ligeras modificaciones, el nuevo plan de enseñanza. Asimismo, en Veracruz, Campeche y Guadalajara se extendió su bienhechora influencia.
Hacia 1900 existían en la República 33 escuelas preparatorias oficiales. Sólo los Territorios Federales de Tepic y Baja California y los Estados de Sonora y Calima no contaban con ellas. Después de la Escuela Nacional Preparatoria, los mejor atendidos eran los institutos preparatorios de Guadalajara, Puebla, Guanajuato, San Luis Potosí, Oaxaca, Jalapa y Michoacán.
Como se comprende de suyo, la influencia de la repetida reforma extendióse a las escuelas preparatorias particulares, cuyo número en todo el país ya pasaba de 30 (incluyendo los planteles de enseñanza secundaria de señoritas). Entre estos últimos, los más concurridos por damas de familias ricas eran las llamadas Escuelas del Sagrado Corazón.


8. La Dirección General de Instrucción Primaria y el estado que guardaba la educación elemental en, la República en 1900.-Gracias a la propaganda pedagógica de los Congresos Nacionales de Instrucción y a las leyes de 1888­1891 y 1892, se había ido definiendo y vigorizando la idea de la uniformidad de la enseñanza primaria en la República. Faltaba, empero, un órgano admi­nistrativo, para asociar los esfuerzos hechos hasta ahora, darles cohesión y fun­didos en una unidad práctica.
Atento a esta realización, Baranda renovó y perfeccionó el pensamiento de crear una Dirección General de Instrucción Primaria lo que se hizo por una de las prescripciones atinadas de la Ley de 3 de Junio- Se pulsaba en este pen­samiento el problema de la federalización de la enseñanza para evitar que los esfuerzos aislados y heterogéneos vinieran a suscitar la anarquía y dieran al traste con los grandes objetivos de la unidad nacional.
Sin embargo, la plena federalización de la enseñanza habría de ser una obra lenta y de convencimiento por parte de los Estados federativos. Con todo, se podía y debía iniciar semejante plan de unificación pedagógica en el Dis­trito Federal y Territorios Federales. El 3 de junio de 1896 fue promulgado un decreto en el que se reglamentó (en apoyo del Decreto del 19 de mayo de 1896) que la instrucción oficial primaria elemental en el Distrito y Territorios Federales dependería exclusivamente del Ejecutivo de la Unión; que la instruc­ción primaria superior se organizaría como enseñanza media, entre la primaria elemental y la preparatoria, y que quedaba establecida una Dirección General de Instrucción Primaria, a fin de que ésta se difundiese y pudiera ser atendida con uniformidad, bajo un mismo plan científico y administrativo (Cap. VII).
Fue nombrado Director General de dicha dependencia el doctor Luis E. Ruiz, y Secretario de la misma, el profesor Manuel Cervantes Imaz. De inmediato, "se emprendió la labor, dice el señor Ruiz, de recibir las escuelas, darles, dentro de la ley, la homogeneidad indispensable, pues los elementos más disímbolos, en todos sentidos, las tendencias más opuestas, y a veces los hábitos más perniciosos, era lo que presentaban los establecimientos que se iban a amalgamar".
De esta guisa se daba estructura debida a los esfuerzos en este sentido, que Gómez Farías había iniciado en 1833, proponiendo una Dirección General de Instrucción Pública.
Por prescripción de la propia Ley de 3 de junio, se ordenó la nacionaliza­ción de las escuelas de instrucción primaria que antes dependían de los Ayun­tamientos en el Distrito Federal y en los Territorios Federales; la implantaciónen estas escuelas de otras reformas, tales como la enseñanza simultánea, la redac­ción de programas cíclicos, la incorporación de nuevas asignaturas (trabajosmanuales, música coral, etc.).
La referida Ley de 3 de junio trata ya, de manera explícita, de las atribu­ciones y deberes de los inspectores escolares, sobre la base de su doble clásica función, a saber: cuidar de que se cumplan los reglamentos y disposiciones en materia de enseñanza y ver de mejorar, por medio de orientaciones y consejos pedagógicos, la educación primaria en sus aspectos todos. Con la mira de atender también la higiene en las escuelas, se funda acertadamente la Inspección Médica.
La enseñanza primaria alcanzó en la República un alto nivel, en los pos­treros años de la gestión administrativa de Baranda. Entonces la población del país llegaba a la cifra de doce y medio millones de habitantes. De esto,es cierto, 2.500,000, aproximadamente, estaban en edad escolar, y sólo disfrutaban de enseñanza primaria alrededor de 800,000, alojados en 11,800 es­cuelas; de suerte que no más de un 33 por ciento de los niños recibían esta clase de instrucción. Pero hay que recordar que un siglo antes sólo existían 10 planteles destinados a la enseñanza elemental en la Nueva España; en 1843, 1,310; en 1870, 4,500, Y en 1874, un año que señala una época próspera en ma­teria de educación, 8,103, que albergaban una población de 349,000 alumnos; ello es, no más de un 20 por ciento de niños en edad escolar. De las susodichas 11,800 escuelas, 531 estaban radicadas en el Distrito Federal; de las cuales, 202 eran sostenidas por los particulares. Puebla (con 1,149 escuelas) y el Estado de México (con 1,056) poseyeron el mayor número de este tipo de planteles­.
En materia de presupuestos, los progresos fueron, asimismo, palpables. Al paso que en 1874 el Poder Público invirtió en la enseñanza primaria 1.632,000 pesos (las escuelas particulares reportaron un gasto de 1.200,000 pesos), en 1899 la cantidad erogada por los Gobiernos ascendía, aproximadamente, a 4.500,000 pesos.
Tan loable esfuerzo, empero, no había podido combatir el analfabetismo existente en la República. El censo oficial de 1895, a este respecto, arrojó datos desconsoladores: de los 12.631,558 habitantes, 10.445,620 no sabían leer ni escribir, y 328,007 sólo sabían mal leer. Pero desde entonces se preocupó el ministro Baranda de esta delicada cuestión: creó en el Distrito Federal una red de 16 escuelas primarias para adultos (suplementarias), Y recomendó a los Gobiernos de los Estados que fundaran parecidas instituciones en sus propios territorios.


7. El Decreto de 19 de mayo de 1896 y una concienzuda reorganización integral de la enseñanza.-A lo largo de los tres primeros lustros de la fecunda gestión administrativa de Baranda, se había ido integrando con solidez el sis­tema educativo de la República. Además de las Escuelas Normales, se promovió con el éxito deseado la fundación de la Escuela Práctica de Maquinistas (1890), que hubo de alojarse en la Escuela Nacional de Artes y Oficios. En este último plantel se enseñó ya con la debida extensión y profundidad la telegrafía.
En la Escuela de Medicina se crearon cátedras de perfeccionamiento, tales como la de Anatomía Patológica, en 1891, y la de Clínica de Enfermedades infantiles, en 1892.
De parecidos esfuerzos dan testimonio también las mejoras que elevaron el nivel de las enseñanzas en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela Nacional de Agricultura.
Logrado que hubo todo esto, que era oportuno y conveniente y precisamente por ello, comprendió Baranda revisar y reorganizar toda la enseñanza, "ya para acentuar los parciales mejoramientos que se habían impreso a determi­nadas instituciones, ya para modificar de un modo más completo la dirección seguida".
Resuelto a acometer la magna empresa solicitó y obtuvo del Congreso de la Unión que facultara al Ejecutivo para llevar a cabo las reformas indispen­sables en la enseñanza, en todos sus grados e instituciones. Dicha autorización fue dada por decreto de 19 de mayo de 1896.
Ya para entonces había encomendado a diversos grupos de eminentes hom­bres de ciencia, el estudio de las reformas pertinentes que debían y podían iniciarse en las diferentes instituciones docentes. A los dictámenes rendidos por estas expertas comisiones, dióseles forma jurídica, convirtiéndose de esta suerte en una serie de ley, es a cual más juiciosa y circunspecta.
Los procedimientos puestos en práctica para iniciar la reforma fueron por demás eficaces y satisfactorios. Al cabo de un año quedaron promulgadas las leyes reglamentarias que, con apoyo en el susodicho decreto de 19 de mayo, modificaron, mejorándola en su conjunto y en sus partes, la enseñanza toda de la República. Y a fines del siglo, como puede advertirse en los datos que a continuación se insertan, se obtuvieron los primeros rendimientos de esta reforma tan total de la educación pública, como no se había siquiera intentado desde 1867.

6. Consecuencias inmediatas de la obra de los congresos de instrucción y de las nuevas leyes educativas en orden a la enseñanza primaria y normal. ­Poco después de haberse clausurado l_ Congresos Nacionales de Instrucción, la enseñanza en la República experimentó muy notorios y benéficos efectos en todas partes.
En mayo de 1892, se reorganiza la enseñanza normal en la capital de la República. Se ordena que las asignaturas de la carrera se distribuyan en cinco años y no en cuatro, como ocurría hasta entonces (en virtud de ello, pudieron figurar dentro de él nuevas materias de enseñanza). De las atinadas innovaciones hay que mencionar: el debido incremento que se concede a la enseñaza de la didáctica especial, o metodología relativa a cada asignatura; la consecuente necesidad de las prácticas docentes de los futuros maestros; la implan­tación de nuevas formas para estimar el aprovechamiento de los alumnos; las mejoras introducidas en las escuelas primarias anexas, a fin de que éstas llegaran a ser verdaderos centros de práctica y experimentación pedagógicas, y más acertados procedimientos para seleccionar a los maestros de los institutos normales.
Bajo la influencia de estas reformas puestas en vigor en las Normales de la capital, los Gobiernos de los Estados se dedicaron a fundar planteles simila­res o a perfeccionar la organización de los ya existentes.
A la vuelta del siglo contaba la República con cuarenta y cinco escuelas normales (veintidós para varones, veintiuna para señoritas y dos mixtas), bien que la mayor parte de ellas estaban incorporadas en edificios de escuelas preparatorias o secundarias. Tan sólo los Estados de Sonora, Morelos y Colima carecían de instituciones destinadas a formar maestros de enseñanza primaria. En cambio, en los Estados de Veracruz y de Jalisco la enseñanza normal rivalizaba con la impartida en la capital de la República.
En la enseñanza primaria las reformas tuvieron un carácter acentuadamente técnico y social. Como se ha dicho ya, en 1890 se ordena la supresión de las escuelas lancasterianas, por considerarse anacrónica su existencia. Por Ley de marzo de 1891, se da forma legal a las más importantes indicaciones del Primer Congreso de Instrucción relativa a la redacción de programas, horarios, metodología de la educación física, etc.
En 1892 se ataca el problema de la educación de los adultos. Se prescribe la fundación de dos clases de escuelas para ellos: las suplementarias, para adultos que carecían por completo de la instrucción primaria, y las comple­mentarias, para aquellos que quisieran concluir sus estudios elementales. En unas y en otras la enseñanza tuvo en cuenta las necesidades profesionales de los alumnos, y por ello, se impartieron en ellas clases de dibujo y de conoci­mientos indispensables en la práctica de artes y oficios.